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Monólogo de humor » Y llegó la navidad»

¡Ay la Navidad!

La verdad es que la Navidad es muy bonita, contiene unos valores muy entrañables y tiernos… paz, amor, familia, buenas intenciones y mejores propósitos…

Todo estupendo pero, seamos sinceros, la Navidad también despierta lo peor de nosotros, nuestros más bajos instintos. ¡Es que se puede cometer hasta los siete pecados capitales!

Veréis.

En primer lugar está la Lotería. ¿Quién no ha jugado algún decimito o alguna participación? Pues bien, ¿por qué creéis que jugamos? ¿Por ilusión? Lo compramos por envidia. Porque no aguantaríamos que le tocase a un vecino y a nosotros no.

Incluso con tu propia familia. Un año decides regalarles un decimito a tus padres. Vale, hasta ahí estupendo. Tú compras un número que acaba en 9, porque hace 9 años que… no te toca. Pero llega el momento de comprarles el décimo a tus padres. ¿Qué número le compras? ¿El 34, que es el número de años que llevan esperando a que te vayas de casa? ¡Pues no! Les compras el mismo que el tuyo, que si toca, que toque a todos. ¡Para eso somos una familia unida!

Si ya empiezas a estar alterado con la cantidad de décimos de Navidad que tienes, llega el momento “adornos navideños”… Y ahí no puedes ser menos que nadie, que se note que estamos en estas fiestas… Y ya empiezas a poner el árbol de Navidad y Portal de Belén, luces, bolas, cintas…

Hay gente que pone tal cantidad de luces, que sus casas parecen aeropuertos. Ya no sabes si estás en tu pueblo o en la T4 de Barajas.

Hay otro aspecto también a tener en cuenta en estas fechas.

Un día llegas a casa de trabajar, deseando estar tranquilito en casita, viendo “Pasapalabra”. Pero he aquí, que cuando te vas aproximando a la puerta, escuchas multitud de voces que no reconoces… Y te entra el pánico. En un principio piensas que son voces del más allá, que te planteas incluso llamar a Íker Jiménez. Pero cuando abres la puerta, te das cuenta que la realidad es aún más terrorífica: no son sicofonías lo que oyes, son… ¡familiares!

– “¡Mira ,Juanjo, quién han venido! ¡Los titos de Barcelona!”

Y tú: -” Ah, qué alegría más grande. Estoy… ¡qué no quepo en mí!”.

Y eso es lo que te duele, que “estás”.

Y luego viene tu tía y te dice:

-”¡Oooy Juaaaaaaanjooo, pero cuánto has crecido! ¡Si ya estás hecho un hombre y todo!”

Y tú estás por decirle:

– “¿Pero qué te creías que mi infancia me iba a durar como a Heidi, o a Leticia Sabater?”

Estos familiares son los llamados “El Almendro”, que vuelven a casa por Navidad.

Pero no queda ahí la cosa, no, porque llega un momento en el que tu casa parece Gran Hermano. Y te entran unas ganas de nominar…

Y llega el momento de la cena de Nochebuena…

Aquí cometemos otro pecado y con gusto, nunca mejor dicho, la gula.

Porque digo yo, en las cenas de Navidad. ¿Por qué tenemos que comer tantas cosas y tan raras? ¿Qué fue de aquellas comidas normales de toda la vida? Aquellos garbanzos con acelgas, aquella sopa de tomate, esa fabada asturiana con chorizo y tocino añejo… ahí con el sabor del chorizo… ese caldo rojo caoba que soltaba, que nada más olerlo, te va succionando las lágrimas de tus ojos, incluso derritiéndote las gafas… Esas comidas que tenías que reposar varias horas hasta que tu organismo lo asimilara, hasta poder moverte en condiciones…

Es que nos da por comer cosas rarísimas… Canapés de Salmón Ahumado con vinagreta de Alcaparras, Pimientos del Piquillo rellenos de Morcilla, Ensalada de Calabacín y Berros, Caviar de berenjenas…

Y ya para colmo, después de ponerte hasta arriba de comer, llega el turno de los mantecados y polvorones.

Aquí hay que hacer una parada obligatoria. Porque dices bueno, voy a comer algunos. Pero te das cuenta ¡qué sólo se diferencian en el envoltorio!

Da igual que sea de canela, de coco, de almendra, de ajonjolí (que suena a un ajo cabreao), de no sé qué… ¡Saben todos iguales! Y encima los jodíos son adictivos… ¡Qué no paras de comer!

Yo creo que más que ajonjolí, le echan marihuanjolí, porque si no los comes, te entra un mono…. ¡Joé es que estás a punto de salir en “Callejeros”!

-“Estoy enganchao a los mantecaos, pero estoy intentando quitarme…Todos los días me voy a que me pongan la “Mercadona”…pero como más.”

Es que puede llegar a tal extremo esta adicción, que el Gobierno podría sacar un anuncio de los suyos:

“Come mantecados con moderación, es tu responsabilidad”. “Nosotros no podemos comer por ti”. GOBIERNO DE ESPAÑA.

Aparte de la adicción, tienen efectos secundarios… Cuando te metes un mantecado en la boca, al instante, vas notando como se va inflando cada vez más y cuando quieres reaccionar e intentas beber algo para que esa masa maligna que se va apoderando de tu ser, que incluso tienes la sensación que puede alterar tu conducta y tu personalidad, es demasiado tarde, puesto que en ese instante actúa el denominado “Efecto esponja”: va absorbiendo todo lo que encuentra a su paso… ¡hasta las huellas dactilares! En ese instante comprendes a la niña del Exorcista, ¡estás igual que ella! ¿A esto se refieren el estar poseído por el espíritu navideño?

¡Es que la Navidad te altera el comportamiento!

Porque cuando tú comes, lo haces normal ¿no? Mientras comes, hablas con tu familia y tal… bueno, hablas con tu madre, porque tu padre no pierde el tiempo, que le dices: “¿papa, qué tal el día? Y él te suelta que “oveja que berrea pierde bocao”…

Pues en cambio, cuando comes en estas fiestas te vuelves “oveja que berrea”, aunque más de uno se vuelve ganso, porque hacemos cada cosa… nos hacemos pendientes de langostinos, metemos las cáscaras en la copa de vino del hermano… vamos, dándole un color navideño al asunto digamos…

Y luego, claro está, uno se viene arriba y comienza la sección “No te rías que es peor”. Siempre está el familiar que se encarga de amenizar la fiesta, contando chistes malísimos, intentando imitar a Chiquito de la Calzada, ataviado con un gorro de Papa Nöel, que al ser de hace cinco años, parece el gorro de un legionario… Un ser que te ve comiendo un polvorón, te dice: “¡Eh Juanjo, cómo te gustan los polvo…rones eh!” Y tú estás por contestarle: “pues viendo tus manos, veo que lo que te van a ti son las pela…dillas”

Por último, hay que destacar los Reyes Magos.

Porque hasta el día 6 de enero genial, pero vienen los Reyes Magos y te traen… todo lo que no has pedido. Que si querías una cámara digital, te traen un pijama; que si querías un portátil, te traen un pijama; que si querías un pijama, te traen calcetines. Es que es para decir a los Reyes: ¡No le hagáis caso a mi madre, leche! ¡Qué tengo mis necesidades!

Ya me imagino lo que pensará Jaime Peñafiel de los Reyes Magos:

-“No puede sé, no puede sé… Tres reyes magos que sólo trabajan una vez al año, no pueden sé reyes de verdá… María Teresaaaa.”

Y después de esto, ya vuelves a la normalidad. Y te das cuenta que fue bonito mientras duró, que aunque más dura sea la caída, siempre estarás deseando que llegue otra vez la Navidad, para vivir toda esta locura, pero con la misma ilusión que un niño. De eso se trata ¿no?

¡MUCHAS GRACIAS!

 

Autor: Juan José Benítez Goya.

 

Categorías: HUMOR
  1. Rosa
    15 diciembre, 2012 a las 22:47

    sin palabras. un puro relato de mis navidades…jiji

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  2. 18 diciembre, 2012 a las 9:08

    nice article. Thumbs up!

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  3. 21 diciembre, 2012 a las 2:32

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  4. 26 diciembre, 2012 a las 21:05

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